martes, 22 de diciembre de 2009

Nataraja en la danza de los fantasmas


Estación de tren de Haridwar, 5am, plataforma 4, temperatura: 4 ó 5 °C. Un puente para bajar al andén y en el puente harapos, bultos y bultos de telas con algunas formas redondeadas.


Un trozo de tela se pone de pie. Es un hombre, y cuando se levanta, diminutos fantasmas empiezan a despertar, ente ellos se avisan que llegó la hora de abandonar el lugar, ese frío lugar que les sirvió de dormitorio por una noche.


Diez, quince, veinte, no lo sé, hay movimiento. Los fantasmas recogen paquetes que tienen formas de mas tela, algunos los esconden debajo de su túnica, otros los colocan sobre sus cabezas. No se ven rostros, solo telas y mas telas. Comienza la marcha para dejar el andén, los mas lentos siguen recogiendo telas y paquetes.


Es cuando suben las escaleras que puedo ver debajo de sus túnicas tobillos y pies. Talones agrietados y gruesos, talones desnudos de pies descalzos.


Me doy cuenta que debajo de cada una de esas telas hay una mujer... una mujer como yo, con pechos, vaginas y formas redondeadas, escondidas, casi enterradas, pero formas de mujer.


Mi corazón da un vuelco. ¿Por que ellas ahí y yo aquí? ¿Quién decide la danza que bailaremos? Nataraja en cada una, en mi, en mi compañera de viaje, en mi madre, y por supuesto en ellas, pequeños fantasmas sin techo, sin rostro ni voz.


¿Quién decide que danza bailaremos?


jueves, 17 de diciembre de 2009

Tracción a Sangre

Cada latido un impulso y cada gota de sangre calor que empuja, arrastra, tira y carga...


La fuerza de las piernas












Una ayudadita








martes, 15 de diciembre de 2009

Varanasi


Entre humo, cremaciones y edificios de 300 años que parecen de 500, surge el Ganges, Mama Ganga, limpiando y consumiendo al mismo tiempo, recibiendo ofrendas, cantos, cuerpos y sudor, soportando balsas y devorando templos.


Varanasi se respira a viejo, antiguo, no solo en sus formas geométricas si no en su forma de moverse, de intercambiar, de comerciar.

Viejo en su forma de adorar, de venerar al lingam de Siva que de ser un monolito se transforma en bello y majestuoso en Rishikesh.

Varanasi con esa piedra naranja semejando un elefante, Ganesha, un Ganesha primario, pero feliz, con dos agujeros por ojos que le dan un toque infantil.



Varanasi me pesa en los brazos, en las piernas, en la pelvis. En cada paso siento que cargo años y años que se suman en cada pasillo, cada callejón, cada pared, cada casa en ruinas en donde aún se habita, cada templo antigui que sirve de cimiento a otra construcción, mas nueva pero que dista mucho de ser moderna.

Varanasi satura los sentidos, satura la nariz con sus orines, sus inciensos y por supuesto, sus cremaciones. Satura la vista con sus rostros, la vacas, las telas, los colores, las cabras, la bruma y el Ganges. Satura el oido con sus campanas, sus cantos, sus voces, sus perros ladrando y changos revoloteando en los techos.








No da tiempo de digerir, cada paso atraganta, aveces ahoga.

Y sin embargo, cada día, durante una hora Varanasi se limpia, se purifica, se pone de fiesta para honrrar a Siva, sea un lingam o una imagen divina. No importa, Varanasi le canta, le aplaude, le perfuna a la orilla del Gath principal y solo por una hora la mugre, la multitud, los changos, las vacas, los orines, lo viejo se deslava para después resurgir poco a poco y seguir caminando en la inexistente línea del tiempo.











Rishikesh


Rishikesh nos regaló cantos, voces entonadas desde las 4 de la mañana, nos dió entradas a templos con dioses dorados detras de una reja, pasillos y mas pasillos con deidades adornadas.

Rishikesh nos mostró a Siva, un Siva hermoso, fuerte, delgado, azul, exquisito. Siva en una calle, en un jardín, en el Ganges y en los aparadores de las tiendas, Siva en calendarios, en portadas de CD's y en estampados de camisetas.

Rishikesh nos dió un masaje, un par de clases de yoga con un atractivo maestro y nos dió chai.

Nos dio miradas al Ganges, un Ganges limpio, con corriente moderada en donde la gente se baña, se purifica, ofrenda y charla, en donde las mujeres se acompañan para entrar en él y después se ayudan a vestir, en donde los hombres, separados de las mujeres, se desnudan quedando solo en calzón y se bañan.


Nos dió pasillos de tiendas, inciensos, perros, vacas y por supuesto miradas.

Rishikesh, lleno de letreros y carteles anunciando clases de yoga, de Reiki, lectura de manos, horóscopos, clases de música, de hindi, pero lo que mas se leía ere Yoga, Yoga, Yoga.

En cada calle, en cada gath, en cada esquina, hombres de naranjam de blanco, con turbantes, algunos con rostros de locura y miradas penentrantes. Nos dió sadus y ascetas.


Rishikesh nos despidió al amanecer, no si antes, durante la noche anterior, mostrarnos una Puja a la orilla del Ganges, en donde se oia, se veia y se respiraba felicidad.

Hare Hare Hare
Hare Hare Krishna

Aplausos, brazos elevados, fuego, vestimentas rojas y naranjas de niños sentados moviendo sus cabezas, sus brazos, sus torsos al ritmo de la música.

Hare Hare Hare
Hare Hare Krishna

Y como fondo, el Gange y Siva, Siva azul, Siva feliz, recibiendo los cantos, recibiendo feliz










Llegada a Delhi



20 horas viajando, Ciudad de México-Londres-Delhi. Tercer mundo - primer mundo - tercer mundo. Aviones enormes de dos pisos, filas: 50 y 51, si, casi las últimas. tiempo para abordar y salir del avión: infinito.

Dos aviones, misma compañía (BA), dos olores, dos organizaciones distintas, dos tipos de comida y muchos colores de piel. De avión a avión comenzaba a percibir diferencias.

Primer Avión: orden, tranquilidad, silencio, sueño. Segundo avión: movimiento, ruido, movimiento y un sobrecargo hermoso.


Llegamos a Delhi a las 5am. Namaste nos dijo un letrero de LG y debajo de ese letrero una cantidad enorme de gente. Multitud sin filas, sin orden, tratando de alcanzar uno de los muchos módulos de migración. No se como pero prácticamente fuimos las últimas en pasar a migración. Al llegar con el oficial, éste nos vió con cara de "dos pinches viejas mas y termino", después de aventar mi pasaporte y tirar mi pase de abordar por fin salimos. Al salir de la sala dos murallas, enormes hombres sosteniendo letreros, con enormes ojos, enormes barbas y enormes turbantes, y dos chicas con ojos de esperanza buscando mi nombre: "Mariana, Vivek Hotel". El último letrero nos mostraba el camino!


Cada paso que dabamos al exterior solo me reafirmaba una idea: estamos locas. Seguimos a un chico flaco que hablabla amistosamente y en el cuál no teníamos mas opción que confiar. Afuera hombres, muchos hombres, barbas, muchos ojos y mucho polvo. Un pasillo largo, mas hombres, mas miradas, casi la hora del amanecer. Pasos y pasos interminables. ¿Que hacen dos mujeres solas, en la madrugada, en un pais tan lejano, siguiento a alguien que se atravesaba entre los autos, camionetas y motos como si fuera inmortal? Confirmado, estamos locas.

Finalmente llegamos a nuestro taxi, una especie de camioneta enana en donde hay un hombre en la parte de atrás, durmiendo... no entiendo nada. Nos subimos y el chico que nos guió comienza a hablar por celular, grita, pelea o al menos eso parece. Nos pide propina y se va! Nos deja con el hombre semi-despierto, malhumorado y mudo. Y ahi vamos, nuevamente con la esperanza de llegar al hotel.