Estación de tren de Haridwar, 5am, plataforma 4, temperatura: 4 ó 5 °C. Un puente para bajar al andén y en el puente harapos, bultos y bultos de telas con algunas formas redondeadas.
Un trozo de tela se pone de pie. Es un hombre, y cuando se levanta, diminutos fantasmas empiezan a despertar, ente ellos se avisan que llegó la hora de abandonar el lugar, ese frío lugar que les sirvió de dormitorio por una noche.
Diez, quince, veinte, no lo sé, hay movimiento. Los fantasmas recogen paquetes que tienen formas de mas tela, algunos los esconden debajo de su túnica, otros los colocan sobre sus cabezas. No se ven rostros, solo telas y mas telas. Comienza la marcha para dejar el andén, los mas lentos siguen recogiendo telas y paquetes.
Es cuando suben las escaleras que puedo ver debajo de sus túnicas tobillos y pies. Talones agrietados y gruesos, talones desnudos de pies descalzos.
Me doy cuenta que debajo de cada una de esas telas hay una mujer... una mujer como yo, con pechos, vaginas y formas redondeadas, escondidas, casi enterradas, pero formas de mujer.
Mi corazón da un vuelco. ¿Por que ellas ahí y yo aquí? ¿Quién decide la danza que bailaremos? Nataraja en cada una, en mi, en mi compañera de viaje, en mi madre, y por supuesto en ellas, pequeños fantasmas sin techo, sin rostro ni voz.
¿Quién decide que danza bailaremos?